En los últimos años, esta industria ha experimentado un crecimiento acelerado, llegando a ser el segundo mayor productor del mundo con una producción cercana a las 900.000 toneladas al año.
A su vez, el incremento de la producción se ha visto reflejado en un aumento en los robos que afectan a la industria. Esto se traduce en la vulnerabilidad de los sistemas de vigilancia, control y fiscalización tanto en el mar y lagos, así como en las rutas y terminales pesqueros.
Se estima que el robo de salmones supera el 3% de la producción, alcanzando un total de 24.000 toneladas al año. Esto supone pérdidas de alrededor de US$ 45 millones anuales. Esta situación no sólo afecta a las empresas, sino también a los consumidores, al no poder asegurar la calidad del producto ni su trazabilidad. Además, también se ven afectados los colaboradores de la industria salmonera, ya que en algunos casos son agredidos y amenazados por las bandas delictuales que roban salmón.
Habitualmente, este delito se produce en los centros de cultivo, pero también ocurre en ruta. En ocasiones, los salmones son transportados en vehículos que no cuentan con las condiciones para almacenar alimentos que requieren cadena de frío, por lo que ésta se ve interrumpida. Además de no contar con la resolución sanitaria, no disponen de guías de despacho o factura, lo que hace imposible comprobar la procedencia del producto.